Nueva York para vagabundear

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Caer en la trampa de creerse un «NewYorkólogo» por haber aprendido el organigrama callejero de esta isla desierta y global sólo está al alcance de la cursilería del turista dominguero, pero todos caemos en la tentación en algún momento, si no es aquí, es allá, reconozcámoslo.

Empezaré por el final, NY en mi opinión, y la doy sin que nadie me lo haya pedido, más bien me la doy a mi mismo, es un lugar perfecto para hacer piernas y engordar, y aunque ambas cosas podrían parecer incompatibles, no lo es tanto, y si no, probad. No pretendo tanpoco con este post (no me atrevo a llamarlo artículo, que entiendo es cosa mayor) recomendar lo que se pueda encontrar en cualquier guia o pueda recomedar el último amigo que haya estado, sino recordarme a mi mismo a que debo darle continuidad en próximas visitas, que serán tempranas y frecuentes. Pues bien, dicho esto, una vez que hayas cumplido con el rito de La Estatua de la Libertad, el Empire State Building, World Trade Center, Times Square y todo lo demás, si lo ves procedente, piérdete para reencontrate con la ciudad que conocías sin conocer, si es la primera vez, la de cada escena de las cientos de películas que rinden culto a la ciudad, o para que, como Lorca escribió en una carta a su familia, resulte excitante equivocarse y aparecer en Chinatown.

Si me preguntaran qué es para mi NY, la respuesta sería vagabundear, gastronomía, Woody Allen, MoMa, una historia que soñaste y dudas si ocurrió de verdad …

Quienes me conocen saben de mi necesidad vital de hacer, de vez en cuando, una escapada, un viaje a solas. Eso me hace estar más cerca del viajero que del turista, al que también aprecio y estimo. También eso me ha hecho, en ocasiones, ser distinguido con el calificativa de raro, y fíjate por donde, llego tarde a la cita con el lugar donde, según dicen tantos, hay más gente rara por metro cuadrado.

Sospecho que esta relación en la madurez será profunda, un amor sosegado pero intenso, quizás sin la pasión juvenil ni la promiscuidad tardo adolescente, pero sincera, sin peloteo ni halagos gratuitos, como nos gustan las cosas a los talluditos y/o veteranos.

Arranco dispuesto a trastear por la capital del imperio, sin prisas, con todos los sentidos abiertos a lo que se me presente y dispuesto a cruzar puertas hasta donde me dejen. Diez días por delante para una primera cita, con sus noches, en la ciudad, que dicen, nunca duerme.

Esto último ya lo descubrí la primera noche, que en realidad fue un largo día sin luz en su tramo final.

Primera cita con NY y la sensación de conocer sus secretos, sus rincones, sus vivencias. Es como tener una novia, pero que ella no lo sabe, porque además ya has hecho público que a quien amas es a Venecia. Woody Allen nos ha llevado de paseo con ella en muchas ocasiones, la mafia nos ha presentado su faceta más canalla y Travolta nos a sacado a bailar.

Si la cosa está de posar, pisar y sentir espacios cinematográficos, la escena que mejor resume la ciudad en mi opinión está en Queensboro Bridge, visto desde Sutton Square (al final E 58th St.), cuando Allen le dice a Keaton en «Manhattan»: «Esta es una gran ciudad. No importa lo que opinen los demás, es tan extraordinaria …»

Si eres un seguidor de la saga del Padrino, puedes echar un vistazo a la casa de piedra de Vito Corleone, que no es fácil de encontrar (no sé que hubiese sido de mí sin el genial taxista albanés que me llevó por toda la isla hasta dar con ella), y que está al final de una calle de Staten Island. En el 110 de un recodo llamado Longfellow Ave. (http://bit.ly/29iIVez), está el lugar donde se grabaron los interiores de las escenas de la boda de Connie (las escenas del jardín, con la músca etc, se rodaron en otro lugar), entre otras.

Lugares míticos del cine poblan la ciudad, y cada uno puede buscar el suyo, yo me he limitado a acariciar algunos (díez dias no dan para mucho más) como ir de compras a Zabar´s («Manhattan», Upper West Side, 2245 Broadway), o picar algo en Carnegie Deli («Broadway Danny Rose» , 854 7th Ave.).

Si de comer se trata (de que otra cosa se va a tratar si se viaja a un lugar con toda la cocina del planeta en la mano), y no hay dieta que te lo impida, abrir el apetito, y en ocasiones la cartera, es sólo cuestión de empezar, pero para no agobiar, un par de lugares, bueno, venga, ni para ti ni para mi, seis. Keens (72 W 36th St), un Steakhouse donde no se puede dejar de probar el mutton chop (chuleta de carnero) y donde antes de pasar a la mesa, mientras te tomas una Brooklyn Langer (cerveza local), puedes admirar el bonito y delicado retrato desnudo de la Sra. Keens (Helena), la fundadora del local, que te mira desafiante frente a la barra. Si te dejas caer por Brooklyn, Peter Lunger es el lugar (178 Broadway), aunque si vas sólo, como era mi caso, no podrás probar la carne estrella que es mínimo para dos, aunque sus hamburguesas no te dejarán indiferente. Otro emblemático Steak House es Sparks (210 E 46th St), que es el favorido de nuestro amigo Woody, y el lugar donde a su salida fue acribillado (real, no ficción) Paul Castellano, jefe de los Gambino, en 1985. Si te apetece un japonés donde puedas hacer amigos en la barra a partir del tercer sake,  Momosan Rame & Sake (342 Lexington Ave.). Si quieres ir un poco más lejos, o más cerca, depede, y muy americano (lo otro no lo es menos), en Harlem puedes probar unas costillas que hacen honor al nombre del restaurante, Dinosaur Bar-B-Que (700 W 125th St). Sería una ofensa no recomendar algún lugar de hamburguesas, y ya que estamos, de las mejores, según Zagat, Corner Bistro (331 West 4th Street).

Si en cualquier momento del día, cuando las piernas no te respondan (ni el cuello de mirar para arriba), quieres algo dulce, unos auténticos donuts en Dough (14 W 19th ST at 5th Ave) o ¡las mejores galletas de la ciudad! según los «expertos», en Levain Bakery (167 West 74th St).

Los bares tampoco escasean, al igual que las discotecas más o menos de moda. Las más selectas quizás están en los edificios que albergan hoteles, como Sky Room (330 W 40th St), cuyas vistas mientras te tomas algo no tienen precio, bueno sí, cuesta lo suyo. Sin embargo, como bares curiosos de visitar y tomar algo, los Speakeasis o bares ocultos de la Ley Seca, un coctel en The Back Room (102 Norfolk Street, Lower East Side) no deberías dejar pasar.

Música en directo es otra gran apuesta neoyorkina, hay mucho y bueno, pero yo, que soy de aquella manera, no pudo evitar la tentación de ver a Woody Allen & The Eddy Davis New Orleans Jazz Band en el café Carlyle, donde los puedes encontrar todos los lunes de enero a junio, si bien, al ser un sitio tan pequeño, hay lista de espera de meses, pero en NY se puede probar, porque nunca se sabe quien está al otro lado de la puerta.

Sin duda NY pasará a formar parte de las ciudades frecuentadas, como lo ha sido y es Venezia entre pocas más, y sí, comparto con Marcelo Mastroiani, que Nueva York es la nueva Venecia, con todo lo que ello significa, que no es poco.

Nueva York, mayo 2016

BUGV8080

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